Comentario
En Occidente Valentiniano desarrolló su política en dos niveles: el jurídico y el militar, si bien no siempre resulta fácil diferenciarlos ya que su concepción del régimen de funcionamiento del Imperio estaba muy próxima al de estado de sitio. No sólo acrecentó los honores de los militares sino que, en cierto modo, militarizó todas las funciones, incluso las civiles. Todos los empleados de los despachos debían estar inscritos (siguiendo un orden de importancia: illustres, spectabilis...) en una cohorte o en una legión.
Pese a la determinación de Valentiniano de aplicar un principio de igualdad a todos ante el impuesto -al que también es sometida la Iglesia-, concedió a los veteranos de los ejércitos la posibilidad de cultivar, en régimen de arriendo, tierras estatales aportándoles los útiles necesarios y liberándoles de impuestos. El reclutamiento de soldados se convierte en esta época en la necesidad más urgente para el Estado. Por la misma razón disminuye la exigencia de talla de los reclutas y promulga leyes durísimas contra los desertores. Estas medidas y estímulos incrementaron la incorporación de muchos campesinos y, sobre todo galos, pero no evitaron la necesidad de reclutar más soldados entre los bárbaros, principalmente bátavos, burgundios y otros, hostiles a los alamanes.
Que tales bárbaros combatieran por la defensa de Roma era algo inevitable y en absoluto deseado. Valentiniano establece claramente la posición de estos pueblos dentro del Imperio: en el 370 promulga una ley que castiga con la pena de muerte el matrimonio entre romanos y bárbaros.
Estas contradicciones eran difíciles de evitar en esta época de tensiones. Así, por ejemplo, Valentiniano se muestra deseoso de salvaguardar a las ciudades y a la clase media del Imperio, lo que explica las medidas tomadas en favor de los curiales: dejan éstos de actuar como perceptores de impuestos y son sustituidos por funcionarios estatales. También son liberados del control y las cargas de la posta pública. Pero la necesidad de recaudar los bienes que hiciesen posible el mantenimiento de este Estado jerárquico y militarizado, lo lleva a adoptar medidas que, por contra, debilitan a los curiales. Así, confisca las tierras públicas que habían sido devueltas a los curiales por Juliano. No obstante, reserva un tercio de los ingresos de éstas para el mantenimiento de las ciudades.
En esta acuciante necesidad de proveer al Estado de recursos hay que enmarcar su conflicto con el Senado, que las fuentes sitúan a partir del 369. Hasta ese momento la actitud de Valentiniano hacia el Senado no fue sino formalmente respetuosa: los prefectos de la ciudad (Símmaco, en el 364; Volusiano Lampadio, en el 365; Pretextato, en el 367) o de Italia, como su amigo Petronio Probo, eran senadores. Pero no creemos que en el 369 se hubiera producido una alteración tan grande en las relaciones entre el Senado y el emperador como suponen algunos historiadores. La política de Valentiniano primó, desde los comienzos, a los generales por encima de cualquier otra consideración social. No es casual que en la lista de cónsules de su reinado figuren casi exclusivamente éstos. Los riquísimos senadores no podían dejar de ser considerados por este emperador (sensible a los problemas de los humiliores) como enemigos de un orden social más justo. Es el propio emperador, cuando justifica el principio de igualdad ante los impuestos, quien dice: "Los favores acordados a algunos (y hay que entender senadores y clérigos, puesto que éstos eran en las leyes anteriores quienes gozaban de más privilegios) perjudican sobre todo al pueblo". Así, mientras desarrolló una serie de medidas en favor de la plebe, procedió a una depuración de los senadores, seguida de confiscaciones de los bienes de éstos. Que el siniestro Maximino, entonces prefecto de la annona, ilirio también y amigo del emperador, así como Petronio Probo y otros funcionarios, se excedieran en la persecución y depuración de senadores parece por otra parte evidente, puesto que las expectativas de Valentiniano no parecían ir tan lejos como en la práctica sucedió. Valentiniano había publicado en el 369 un edicto que prohibía torturar a los senadores.
Los orígenes humildes del emperador pueden no ser ajenos a la simpatía que, a través de sus textos, demuestra hacia los sectores desfavorecidos de la sociedad. En este sentido, la medida más indicativa que adoptó Valentiniano fue la creación, en el 366, del defensor plebis o defensor del pueblo. Estos defensores serían elegidos por los prefectos entre los antiguos gobernadores, entre los abogados o entre los funcionarios del palacio y habría un defensor en cada municipalidad. El propio Valentiniano sigue de cerca la elección de estos defensores, cuya función es esencialmente apoyar a los humildes frente a los abusos de los grandes propietarios. El defensor debe actuar -en palabras del propio emperador- como un patrón del pueblo frente a los poderosos. En nuestra opinión, con esta nueva institución se trató de frenar o contrarrestar la ilegalidad con la que muchísimos propietarios ejercían un patronato privado abusivo sobre sus colonos y villici. Pero en la práctica se ocuparon sobre todo de resolver pequeños litigios, asuntos de deudas, fugas de esclavos...
Frente a los enemigos exteriores, Valentiniano se valió de grandes generales: Equitius -encargado de la defensa de Iliria-, Dagalaifus, Jovino y Teodosio el Antiguo, entre otros. Progresivamente, se fue atendiendo -y en el siglo posterior será un hecho establecido -a una suplantación del emperador en los campos de batalla por generales dignos de la confianza de éstos -en ocasiones no tan dignos- y que asumían la dirección de las operaciones con las máximas prerrogativas. Obviamente, la diversidad de frentes en los que era preciso combatir, hacía imposible que el emperador pudiera estar al mando del ejército en todas las contiendas.
La política de defensa de las fronteras emprendida por Valentiniano hizo prácticamente impermeable a los bárbaros la zona del Rin medio y bajo. Amiano, que en su descripción de Valentiniano no fue muy objetivo, dice que su preocupación por la defensa fue diaria de ser glorificada, pero excesiva. El propio emperador transmite esta preocupación en una carta al dux de Dacia: "Sobre el limes confiado a tu Gravedad, no sólo debes restaurar las construcciones derruidas, construye anualmente nuevas torres en los lugares necesarios. Si descuidas mis órdenes, al término de tu administración serás llevado al limes y las construcciones que no hayas hecho con la mano de obra y los créditos militares que el Estado procura, las harás a tus expensas".
Estas defensas contemplaban un ancho cinturón en el que se establecían torres y fuertes, como el de Alta Ripa, descrito por Símmaco y Amiano Marcelino. Además se construyeron diques junto al río que impedían que las aguas minaran los cimientos de las edificaciones y constituían en sí mismos otra barrera defensiva. Antes de la fortificación del limes, en el 365, los alamanes habían logrado cruzar el Rin en tres puntos distintos. Valentiniano, establecido entonces en París a fin de seguir de cerca la campaña, envió a Dagalaifus y posteriormente a Jovino, el cual logró derrotar a los alamanes en tres batallas. También en el 368 los alamanes habían atacado Maguncia. En esta ocasión fue Valentiniano, junto a su hijo Graciano elevado a augusto el año anterior, quien logró derrotarlos en Solicinum.
Los alamanes constituyeron durante esta época un enemigo exasperante y obstinado, hasta el punto de que es ahora cuando comienza a extenderse la designación -si bien imprecisa en ese momento- de Alamannia a los pueblos asentados al otro lado del Rin. Aún hubieron de librarse varias guerras contra los alamanes entre los años 370-374, hasta que en el 375 Valeriano estableció una alianza de paz con su rey, Macrianus.
Contra los peligros que amenazaban a las otras provincias utilizó a un gran general hispano, Teodosio, llamado el Mayor o el Antiguo para diferenciarlo de su hijo, el futuro emperador Teodosio. Éste llevó el mando de las operaciones contra los pictos y sajones, que habían prácticamente invadido toda la Britania. Además de lograr reducirlos y obligarles a replegarse hacia el Norte, restauró el muro de Adriano y sentó las bases de una reorganización de la vida allí, lo que implicaba un saneamiento de la administración y del ejército que, en gran parte, habían relajado el ejercicio de sus funciones. Su actividad fue tal que, en el 369, volvió de Britania y aquel mismo año combatió contra los alamanes y posteriormente contra los sármatas.
En el 373 Teodosio fue enviado a Africa para sofocar la guerra civil que enfrentaba al comes Romano y a un jefe indígena, llamado Firmus, que había dado muerte a su hermano Zammac a quien Romano apoyaba. El enfrentamiento era de por sí poco trascendente, pero éste se inscribía en un ambiente propicio a la revuelta. Zósimo denuncia los abusos y mala administración que había ejercido el vicario Dracontius (364-367) y que había provocado un clima de tensión. Además, estos príncipes bereberes constituían generalmente bandos enfrentados, lo que propiciaba aún más la desestabilización de la vida en la zona. Por último, la Iglesia africana alcanzó en esta época el nivel más alto de división. Los donatistas constituían una Iglesia paralela, pero equiparable en número de obispos e implantación social a la católica. La coexistencia de ambas no era pacífica ciertamente y las tensiones y enfrentamientos (conocidos a través de las actas conciliares, de las cartas de Agustín y, principalmente, a través de Optato de Milevi) afectaron no sólo al plano religioso, sino al político-social. Valentiniano, consciente del problema, adoptó una serie de disposiciones (las únicas de contenido claramente religioso del emperador) prohibiendo volver a bautizar, como exigían los donatistas, a fin de frenar el avance del donatismo.
Valentiniano murió en Panonia, en noviembre del 375, donde se había producido una sublevación de los cuados, que habían arrasado no sólo las defensas del Danubio, sino toda la Panonia. El emperador, establecido en Carnutum preparaba la expedición, a cuyo frente irían el jefe de la caballería Merobaudes y el comes Sebastián. Poco antes había encomendado la defensa de Panonia al dux Frigerido, un godo que, a la muerte del emperador, abandonó la provincia y regreso con su pueblo.
El gobierno de Valentiniano supuso el último empeño mantenido con una tenacidad admirable no sólo de salvaguardar el Imperio Occidental, sino de relanzarlo. Tras su muerte se asiste a un empeoramiento de la crisis que ya será imparable. También fue el último emperador que, después de muerto, fue divinizado por su hijo Graciano, pese a ser ambos cristianos.